miércoles, 30 de octubre de 2013

La Descripción

                                        Viaje al jardín de enfrente







   Tengo patas para andar y patas para tocar el violín. Patas para escalar flores, para cavar una zanja y para acostarme a soñar sobre la tierra. Para bailar el tango con mi novia a la sombra de las violetas. Para apoyar la cabeza y pensar. Patas y patas.
   Me gusta andar al ras de la tierra. También subir por las orillas peligrosas hasta sentir el aire frío en mis antenas. Hasta divisar hacia abajo, como puntos de arena, a las hormigas.
    Tengo una raya luminosa a lo largo de mi espalda porque fui creado por el dios de los charcos, que vive bajo tréboles de cuatro hojas y alimenta en su mano a las mariposas perdidas.
   Nunca sabré por qué la hormiga reina se interpuso en mi camino, el día en que vi por primera vez el jardín de enfrente.
   La margarita era mi atalaya. A ella me subía para tomar el sol de la tardecita. No era fácil llegar a la cúspide. Muchas veces rodé por el tobogán de una hoja y tuve que escalar de nuevo. Pero valía la pena. Desde allí podía ver hasta las siemprevivas que bordeaban las orillas de piedra. La opulencia de los malvones junto a las islas de tréboles, las matas de violetas, las marimoñas.
   Pero como las margaritas crecen, un día vi todavía más allá. era una mancha verde muy lejos, con lunares de color que se mecían en el viento. Una mariposa me lo dijo al oído:
   - Es el jardín de enfrente.
   -¡Cómo me gustaría conocerlo!- le confesé. Entonces pensé que un ciempiés, acostumbrado a subir cuestas empinadísimas, podía llegar también a aquel lugar si lo deseaba realmente. Y yo lo deseaba.
(...)




                                                   María Cristina Ramos
                                             "Cuentos de la buena suerte"

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